De niñas y de niños veníamos con un potencial maravilloso para convertirnos en adultas medicinales para nosotros mismos y para nuestro mundo. Pero en su lugar, muchas de nosotras nos convertimos en perdidas mujeres urbanas, mentales, con el modo supervivencia on, con nuestras heridas de infancia bien abiertas.
Todas, repito T-O-D-A-S, somos Mujer Medicina para con nosotras, para con el mundo y ahora más que nunca necesitamos recordarlo.
La Mujer Medicina es un potencial que todas llevamos dentro desde niñas. Es un arquetipo muy presente en otras culturas que viven más en sintonía con la vida. En nuestra cultura europea era conocida despectivamente como “bruja” y de niñas se nos enseñó a odiarlas y a no entenderlas.
En su lugar, nos entregaron como modelo a seguir el de “la princesa”, alguien totalmente perdida en las apariencias, en el qué dirán y que tenía como brújula el agradar a los demás. Esta sociedad nos quiere sumisas y complacientes, desconectadas de nuestra gran intuición y de la sabiduría de nuestros cuerpos. Así somos menos peligrosas.
Este mundo superficial en el que vives, basado en las apariencias, te prefiere insegura que sabiéndote poderosa. Así eres más manipulable, así consumes más y eres más dependiente de las modas o los productos que quieren venderte.
Las brujas fueron y aún hoy son temidas y perseguidas, porque son poderosas y lo saben. Se atreven a cuestionar el camino que las Adultas y los Adultos en Supervivencia siguen ciegamente. Las brujas o Mujeres Medicina son peligrosas porque aman la libertad. La libertad de ser ellas mismas.
Sé una gran bruja. Sé tú misma. La Vida nos necesita bien brujas.
Una Adulta en Supervivencia tiene miedo de no ser aceptada por todos, miedo a ser “diferente”, “rara” y a quedar excluida. Miedo de no ser adecuada, de no ser suficiente. Y tiene el más grande de todos los miedos: Miedo de que no la quieran.
Una Mujer Medicina se abraza fuerte y entera hasta que desaparezcan todas esas ideas que alguien plantó en su mente y vuelva a recordarse y a sentir en su corazón y en sus huesos que ya es valiosa, que ya es suficiente y que la Vida la Ama tal y como ya es. Ahora y siempre.
Dime ¿aprendiste a escuchar y a respetar tus ritmos y necesidades cambiantes desde niña? Es muy posible que no…
Pero tú, aunque lo hayas olvidado, como todas las criaturas humanas y animales, viniste con el corazón abierto, viviendo profundamente enraizada al presente y conectada a la maravillosa sabiduría de tu cuerpo.
Fue cuando creciste que, las personas adultas de tu entorno, te metieron la prisa en los bolsillos y a trompicones te subieron al tren de la prisa de las Adultas en Supervivencia, donde ellas estaban. Y donde, desde entonces, quizás aún tú también sigas.
¿Cómo saberlo? Lo reconocerás si siempre andas con la lengua afuera, ocupada y preocupada. Con miedo, dudas y mucha voluntad. Si solo te amas cuando eres productiva… Si sientes que nunca tienes suficiente tiempo o que no haces suficiente…
La prisa es una forma sutil, invisible, de maltrato, muy normalizada en esta sociedad. Y ahora la llevas dentro. La ejercemos sin darnos cuenta con la infancia y también con nosotras mismas.
También es probable que el descanso o el no hacer y simplemente ser, fuese criticado como una terrible pérdida de tiempo por tu entorno cercano cuando eras niña y ahora no te lo permitas, ni cuando estás cansada o confusa.
Una Mujer Medicina camina lenta y hasta se detiene, cuando se descubre con prisa. Ella sí sabe que la prisa es una forma de violencia.
Una Mujer Medicina se nutre de la fértil Nada, como un árbol en invierno, y no se pide echar frutos todo el tiempo… Ella sabe que no siempre es primavera ni verano dentro de ella y que ella misma es cíclica, como la naturaleza de la que también forma parte.
Una Mujer Medicina se sacude con fuerza, de encima de sus hombros, la prisa, las expectativas y los juicios. Todos sus días. Sabe que esos tres son los mayores peligros que una puede encontrar en el camino, porque se te cuelan deprisa y sin avisar dentro. Luego una es demasiado pesada como para poder alzar de nuevo el vuelo en su corazón.
Una Mujer Medicina ama lo curvo, lo pequeño, lo simple, lo lento, lo quieto… Y también se Ama profundamente a sí misma.
Una Adulta en Supervivencia busca insatisfecha lo rápido, lo visible y lo reconocido… Espera que la quieran otros.
Una Mujer Medicina ha aprendido a darse lo que necesita.
Una Mujer Medicina ha aprendido a mirar muy adentro, con ternura y benevolencia todo eso que ve dentro y fuera de ella misma y que en otro tiempo fue negado o rechazado.
Una Mujer Medicina se abraza justo cuando menos cumple con sus expectativas, porque sabe que es cuando más lo necesita.
Una Mujer Medicina ha aprendido a ser tremendamente generosa, primero consigo misma.
Una Mujer Medicina se baja el Cielo con las manos todos sus días, en lo pequeño y cotidiano pero también con los placeres más sublimes de su mundo.
Una Mujer Medicina sabe y se recuerda que la esperan maravillas. Y las agradece ya en presente.
Una Mujer Medicina sabe que ella es única y Sagrada, como todas las demás criaturas también lo son. No busca ser importante. Sabe que ya es importante para la vida, como cualquier ser vivo o muerto lo es. Tampoco busca compararse con nadie. Ha aprendido a abrir sus manos y su corazón a las maravillas que le trae la Vida.
No, no tuvimos experiencias de respeto ni de honra por nuestros sabios cuerpos de niñas, pero siempre es buen momento para volver nuestros pasos por donde fue que nos perdimos y activar nuestro potencial más medicinal (para con nosotras, para con el mundo).
Una Mujer Medicina cierra sus ojos para apagar la mente y pone las manos en su corazón, se descalza y sigue sus pasos por donde se perdió de niña. Nuestras hijas e hijos son grandes ayudas en ese viaje de vuelta a casa (casa entendida como la PAZ en tu corazón). Nos muestran el camino de regreso.
Una Mujer Medicina aprende a bajarse el cielo con las manos todos los días. Y sabe muy bien que al Cielo solo se llega por asalto, así que no espera quieta a que otros se lo bajen… ¡Mucho menos al final de sus días en esta existencia! Una Mujer Medicina sabe que el Cielo la espera en cada esquina de su día a día, que está en los márgenes. Detrás de todo eso tan urgente que “debería hacer o ser»: en una taza de su infusión favorita, en un rayo de sol en el rostro, en los pies desnudos en la orilla, en el dulzor de una fruta madura… El Cielo está en el ronroneo de una gatita dormida en tu vientre, tan solo es que a veces no nos damos cuenta.
De niñas, de niños, ya sabíamos donde estaba el Cielo: tras el rastro de un caracol. No al final del trayecto ¡durante! pero las personas adultas nos estiraron hacia el tren de la prisa y simplemente no supimos quedarnos atrás. Y una Mujer Medicina sabe que el Cielo tiene mucho que ver con bajarse de ese tren, al menos un generoso tiempo cada día.
Pero existen tantas Mujer Medicina como mujeres hay en este mundo. Cada una lo es de su única manera y para cada una el Cielo puede encontrarse en lugares distintos.
Anda, cierra ahora tus ojos y mira dentro de ti dónde está tu CIELO.
Te abrazo. Eres Mujer Medicina, solo es que lo habías olvidado.
Si quieres que te acompañe a activar ese potencial, este septiembre se abren las puertas de MADRES MEDICINA, MADRES PODEROSAS, donde durante la primera Cuarentena nos enfocaremos en despertar a la Mujer Medicina que hay en ti.
La segunda Cuarentena activaremos a la gran Madre Medicina en tu interior.
Te dejo aquí toda la INFO y te espero al otro lado.
Cristina Romero Miralles